Eventos sobre gastronomía e identidad
La última quincena de noviembre estuvo repleta de eventos que nos permitieron explorar la identidad xueta, la identidad judía, incluyendo Bene Israel, y crear nuestra propia autobiografía. Barcelona.
Estos eventos aunaban identidad, fe, comunidad, y también platos deliciosos.
Xueta Island, el documental
El primero de ellos fue la proyección del documental Xueta Island en la tienda de El Call de Barcelona. Conducida por l’Associació dels Amics dels Calls de Catalunya y presentada en persona por uno de sus directores Ofer Laszewicki.
El documental llevado a cabo en Mallorca muestra la historia de la comunidad Xueta, descendientes de judíos convertidos al cristianismo, que sufrieron bajo el estigma y la discriminación durante siglos.
El reportaje muestra el retorno hacia el judaísmo de algunos de esos descendientes. A de través de testimonios excepcionales cuentan la historia y abren la puerta a una profunda reflexión: ¿Qué significa ser un verdadero judío? ¿Qué debe y no debe hacer un judío converso para poder ser considerado como tal?¿Cuál es el papel de los judíos descendientes de Xuetas en la actual Mallorca?
“El gran libro de la cocina del mundo es la Torah” - Frase extraída del documental
Próxima proyección en Casa Adret sede de Mozaika el 22 de Diciembre.
La Cocina Judía, Arqueonet
El segundo evento fue un extraordinario taller de cocina judía coordinado por Jaume Aubanell de Arqueonet. Berenjenas, tomates, remolacha, pita, zhuj, amba y babka inundaron mesa, estancia y paladares.
Para abrir la velada, el borsch, sopa ashkenazí acompañada de crema agria y kulupidia, pedazos de coliflor rebozados con ajada. Le siguió el Kofta de calabaza al curry, del cuál guié su elaboración. Este plato nos permitió adentrarnos en la comunidad judía india de Bene Israel. Sobre ella nos habló Ariella, descendiente directa, asentada en Toronto, Canadá.
En primer lugar nos contó que según los historiadores Bene Israel podría ser un linaje descendiente de las tribus perdidas de Israel que llegó a India tras la destrucción del primer templo de Jerusalén. Ubicados principalmente en Mumbai, Maharastra, contaban con tradiciones propias, como cocinar tan sólo pescado con aletas y escamas. Esta particularidad, es una de las normas recogidas en las leyes del Kashrut, que dictaminan la aptitud culinaria judía. Fue este hecho el que levantó las sospechas de su posible conexión con el pueblo judío.
Debido a su particular bagaje, existen otras peculiaridades asociadas a Bene Israel. Por ejemplo, la comunidad Bene Israel nunca cocinó preparaciones fritas para la celebración de Janucá. Esto es debido, a que la fiesta de las luces está asociada a la reconquista del segundo templo de Jerusalén, algo que ocurrió cuatro siglos después de que Bene Israel llegase a India, manteniéndoles completamente aislados de los sucesos históricos que seguían teniendo lugar en Medio Oriente.
Por otro lado, no dejó de recordarnos uno de los platos que caracterizan a esta comunidad: Halwva de pistacho y cardamomo, para Rosh HaShana, el año nuevo judío. Sobre él y su preparación podéis leer más aquí.
Antes de finalizar el taller, viajamos por las calles israelíes entre las que Eyal creció. Siendo como era, vecino del creador iraquí del Sabich, llevó a cabo una puesta en escena digna de los mejores documentales de comida callejera. Pita casera horneada al momento, temperatura alta y poco tiempo.
Ensalada israelí, cortada bien fina, berenjena frita, tahini. No, no el tahini como la conocemos nosotros. Un tahini diluido en agua y aclarado con el toque del limón. Amba una salsa a base de comino, cayena, zumaque y zhug, el punto picante elaborado a base de: cilantro, jalapeño y ajo. Ambas, salsas que aparecen para enaltecer el conjunto. Opcional, la corona a base de hummus.
Una velada cultural que finalizó con el dulce bocado de babka, amasado, leudado, untado en chocolate y con el particular giro que lo diferencia de cualquier otro elemento pastelero.
Autobiografía Alimentaria, la Etnográfica
El mes lo cerraba la Etnográfica, asociación de antropólogas, con su puesta en escena: la autobiografía alimentaria.
A la entrada del local nos esperaba una mesa repleta de legumbres, papel, pimienta, colores, mandarinas, cordel… todo el material posible para dar rienda suelta a nuestra creatividad respondiendo a la siguiente pregunta:
Hay una persona muy importante delante de ti. Te ofrece entre sus manos un manjar ¿Qué es? ¿Qué plato, qué ingrediente, qué tiene para ti?
La respuesta dio lugar a un recorrido por platos dominicales de días en familia, dulces de infancia, sopas repletas de verduras, tradiciones maternas, cocina de abuelas y algún ingrediente que unía viajes, conversaciones y momentos de una forma inesperada.
En mi caso aparecieron claramente las uvas. Uvas verdes, negras, moradas. Las uvas que tomé con un israelí de la mano de un rumano en el mercado de Madrid. Las uvas negras que formaban parte del festín de frutas en Virudhunaghar, India. Las uvas que mi abuelo tomaba, a veces con queso. Las uvas que nunca faltan, en ningún fin de año.
También vimos el reflejo de la evolución social a través del plato diario. Legumbres que marcaban la infancia dando paso a abundantes barbacoas. Meriendas de pan y embutido, del pueblo, transformadas en bimbos rellenos de nutella.
Fue en todo su esplendor un precioso recorrido por los sabores que nos conforman, y también, un sencillo brindis por esas frutillas del jardín que a pesar de pájaros, erizos y visitantes del bosque, se empeñan en seguir saliendo y regalarnos su jugosidad, verano tras verano.