Packs de verano y gastronomía "tradicional"
Aunque en este 9 de agosto de 2022 me encuentro entre neblina y fiordos, llega a mí el calor acuciante de una esplendorosa Granada y las noticias sobre los 12000 peregrinos llegando a Santiago de Compostela en un mismo día, para recordarme que el verano sigue ahí fuera.
El verano, su pico de viajeros, los packs de nueve días para recorrer un país, a hotel distinto cada noche y a plato tradicional, preparado, cocinado y servido por manos que crecieron a 20000 km de distancia.
Desde los fiordos
Desde este paraje de verde y roca, de lagos convertidos en cielos, de mares que se confunden con ríos, me encantaría hablaros del salmón salvaje, del pescado autóctono, de los vegetales capaces de crecer entre tanta oscuridad.
Lo cierto, sin embargo, es que este lugar tampoco escapa del pack vacacional.
En un pueblo a dos horas y media de la tercera ciudad más grande de Noruega, el salmón no falta en el menú. Es el mismo salmón de granja que puedes comprar en Lidl.
Para desayunar, abundan los cereales sin gluten, el muesli y frutas como el melón y la sandía. No encontrarás smørgrøt, un porridge a base de mantequilla, leche y harina, que es además la comida tradicional con la que se celebra el fin de la temporada de cosecha.
Puede que no se encuentre fácilmente, porque el paladar de los jóvenes noruegos, ya acostumbrados al aguacate de Perú, son los primeros en mostrarse reacios. O puede, que, sencillamente no sea apetecible para el paladar extranjero, que aprecia encontrar en mitad de los fiordos exactamente lo mismo que puede tomar cada absoluto día de su vida, en casa: salchichas y crepes con mermeladas industriales.
De igual forma, espera de postre vaffles, no servido con brunost, un tipo de queso de cabra, oscuro, tomado en finas rodajas y de sabor intenso. Sino acompañado de frutos de dudoso origen y azúcares al más puro estilo americano.
¿Sabrán esos grupos de turistas que el viernes es el día de los tacos en Noruega? ¿Que los food trucks con gyros y kebab a 15€ llevan años alimentando a los noruegos tras sus noches de desenfreno?
¿Que las komle o kompe, son bolas de patata y harina que se acostumbran a cenar, bien sea como principal o acompañante, cada jueves?
De viajar o visitar
La curiosidad humana, la exploración de lo establecido, la necesidad de reconstruirlo, desde los cimientos. Qué poco tiene que ver con la visita y la réplica infiltrada, tan lejos de ser una puerta abierta a otros mundos.
Me pregunto, mientras aquel que sumerge su vida en lo ajeno, sin fecha de vuelta a lo conocido, requiere de ese encuentro con platos caseros de su lugar de origen, ¿Qué lleva a un - pack de nueve días- a creerse el cartel de tradicional? ¿A pedir salmón a 35€ cómo si eso le acercase lo más mínimo al destino transitado?¿A buscar el confort de su paladar en desayunos internacionales cuando ni siquiera la morriña ha tenido tiempo de asomarse a su viaje?
Del observador y el observado
De mis años estudiando biología recuerdo con especial entusiasmo las clases de fisiología de la conducta. Una de las lecciones que me marcó tiene mucho más que ver con el cómo.
El profesor nos habló de las dificultades de estudiar la conducta humana, ya que cualquier humano al saberse observado, cambia instintivamente su forma de comportarse.
De igual forma, ocurre con el pack gastronómico tradicional. De la Rioja, Logroño o Asturias. ¿Cómo podría, cualquier plato o ingrediente, conservar su esencia y su naturalidad, sabiéndose ofrecido, evaluado, catalogado cómo correcto o incorrecto, cómo experiencia repetible o irrepetible?
Siendo la tradición un pilar construido a base de lo repetible, lo austero y lo replicable en base diaria, cómo puede enlazarse con tela roja para ofrecerlo como excepcional, si lo que lo convierte en excepcional es en si misma su supervivencia alejado de lazos y designios.