"Un huerto en las escuelas, donde plantar, cavar, sacar malas hierbas, ver lo que crece"
Entrevista a Aida Grima, gerente de Geoblau Educación Ambiental
LA ENTREVISTA
Aida Grima es la gerente de GeoBlau, una empresa de educación ambiental de Mollet del Vallés. Licenciada en Geografía y especialista en Intervención y Gestión ambiental aunó todas sus pasiones: medio ambiente, enseñanza y divulgación en sostenibilidad, para crear este proyecto. Hoy, comparte con nosotros como fueron los inicios, su motivación y las principales líneas de trabajo: huertos escolares y comunitarios. Además, nos hace partícipes de los beneficios de estas iniciativas.
Conocí a Aida hace un año cuando trabajé para GeoBlau como monitora ambiental. Desde el primer contacto me impresionó su energía, su vitalidad, su forma de acercarse y transmitir el conocimiento medioambiental a los niños y de generar ideas alrededor de la sostenibilidad. En un último encuentro conocí otros de su proyectos: el huerto comunitario de Can Borrell. Sabía que entrevistarla sería sumamente enriquecedor. No sólo inspira la forma en la que lleva a cabo estas iniciativas sino como creyó en la importancia de hacerlo. Sin más dilación, aquí tenéis el resultado.
Cómo siempre empiezo por preguntar por el bagaje de la persona. Esto me contó.
Estudié Geografía y me especialicé con un máster de Intervención y Gestión Ambiental. Antes de acabar el máster, ya veía que era un área laboral complicada. Los compañeros de la carrera no estaban encontrando trabajo.
En mi caso, tenía mucho interés por el mundo medio ambiental y por la educación pero tampoco acababa de imaginarme siendo profesora, no me veía encerrada en un aula. Así que, viendo la situación empezamos a bromear con una amiga sobre la idea de montar nuestra propia empresa. En aquel momento teníamos 23 años, y de la broma, pasó a una pregunta en firme: ¿Porqué no? ¿Qué tenemos que perder?
A partir de ese momento, todo fue desarrollándose. Y aunque finalmente fue con otra amistad con quién acabé fundando GeoBlau, este año celebramos nuestro noveno aniversario.
Con los huertos escolares el objetivo es que los niños puedan plantar, saber de donde vienen los frutos y las hortalizas que consumimos. Recuperar el conocimiento y la sabiduría que nuestros abuelos tenían y que los niños de hoy han olvidado en sus visitas al supermercado. - Aida Grima, GeoBlau
¿Cómo fueron los inicios de GeoBlau?
Honestamente, un desastre. El primer año de crear la empresa fue un año muy complicado a nivel económico, de clientes. Llamábamos a la puerta de los colegios y la respuesta era: ¿Qué experiencia tenéis?¿Tenéis una empresa siendo tan jóvenes?, en ese momento teníamos 25 años.
Fue un año sin sueldos, ni mi socia ni yo, y lo que conseguíamos facturar en una sola escuela iba directo a pagar seguridad social y gestoría.
Vimos que si continuábamos así, tendríamos que cerrar. Pero picamos mucha piedra, fuimos a muchos sitios, e iban apareciendo escuelas gracias al boca a boca.
Insistimos porque creíamos mucho en el proyecto. Y después de caer, siempre volvíamos a levantarnos. Pero sí, los inicios fueron duros.
¿Cuáles son las líneas de trabajo de GeoBlau?
Como empresa de educación ambiental colaboramos con ayuntamientos, centros cívicos, escuelas de primarias y guarderías.
Nuestra línea principal de trabajo es la de los huertos urbanos en escuelas. Hacemos tanto su creación desde cero como el mantenimiento en las escuelas que ya tienen.
Cada semana hacemos actividades, por ejemplo, estudiamos la reproducción de las plantas o los insectos, in situ. Todo lo que trabajan en clase, lo pueden ver de forma práctica. Si están estudiando las abejas en la clase, pueden bajar al huerto y observarlas. Lo mismo cuando estudian las partes de las plantas.
Además de los huertos escolares, hay otros proyectos como el de Orenetes o los talleres que desarrollamos sobre cocina saludable y en familia en centros cívicos.
¿Porqué huertos en las escuelas? ¿Cuáles son sus virtudes?
En los últimos años se ha perdido mucho conocimiento sobre agricultura. Con los huertos escolares el objetivo es que los niños puedan plantar, saber de donde vienen los frutos y las hortalizas que consumimos.
Hay muchos niños que no saben de donde sale una patata, o si una acelga es una fruta o una hortaliza. La idea es recuperar todo el conocimiento y toda la sabiduría que nuestros abuelos tenían tan clara porque trabajaban en el campo y que los niños de hoy en día han olvidado en sus visitas al supermercado.
En los años 40 el 70% de la población española estaba relacionada directamente con la agricultura. En la actualidad tan sólo representa un 7%.
Lo cierto es que la iniciativa funciona muy bien. Los alumnos asimilan mucho mejor lo que han aprendido en las aulas al poder materializarlo. Ojalá en todas las escuelas pudiesen disfrutar de un espacio verde, un huerto donde plantar, cavar, sacar malas hierbas, ver lo que crece. Además, en GeoBlau siempre trabajamos con el producto de temporada y de forma ecológica con lo que los niños también aprenden sobre ello.
¿Cuáles son sus efectos? ¿Cómo viven los huertos urbanos alumnos y familias?
A los niños y a las familias les encanta. Una cosa que funciona muy bien es que al final de la sesión siempre hacemos una pequeña degustación de los productos del huerto. Unas hojitas de lechuga, unos rábanos, unos guisantes. Eso hace que también se introduzcan en su alimentación. Niños que antes no tomaban nada, llegan a casa hablando de lo que han probado en el huerto y de lo mucho que les ha gustado.
Además de la ilusión que les hace a los niños ver crecer sus propias hortalizas, desde que las plantan hasta que las comen. Eso inevitablemente lo nota la familia, les facilita que los niños coman más saludable.
Todo lo que sea contacto con la naturaleza a la sociedad le va fenomenal. Estar en el huerto, te ayuda a desconectar de los problemas del día a día, te ayuda a fijarte en las plantas, a reducir el ritmo, a evadirte del caos de la sociedad actual. - Aida Grima, gerente de GeoBlau.
Además de las escuelas, también trabajáis con un huerto comunitario en el centro cívico de Can Borrell. ¿Cómo funciona?
Si, tenemos un huerto comunitario abierto a todo el mundo. Está delante de la masía donde se encuentra el centro cívico y está construido sobre palés. Es un método que funciona muy bien, ya llevamos siete años con él.
Cada lunes invertimos unas horas y todo el mundo que quiera acercarse puede colaborar poniendo cañas, regando, etc.
Normalmente vienen de un par de institutos y también del club social la Llum. Me ayudan a mantenerlo y si ese día hay cosecha todo el que colabora se lleva algo.
El resto de la semana, si la gente quiere colaborar puede acudir al conserje para que les facilite el material.
Basada en tu experiencia, ¿aconsejarías la aparición de huertos urbanos en escuelas y espacios públicos en todas las ciudades?
Sí, aconsejaría tanto los escolares como los públicos. Es cierto que en el caso del huerto de Can Borrell, al principio había actos vandálicos pero a día de hoy la convivencia es buena.
El proyecto es extrapolable a cualquier parte de la ciudad. La estructura con palés y mallas hace que no necesitemos un espacio en el suelo donde plantar, tan solo una zona con sol y salida de agua para poder regar.
Nuevamente, como en el caso de los escolares, el producto siempre es de temporada, en invierno habas, coles, guisantes, coliflores, acelgas. En primavera ya hicimos la cosecha y ahora tenemos tomates, pimientos, berenjenas, maíz, girasoles. Es agradecido e incluso bonito de ver.
Eso sí, el huerto requiere mantenimiento constante. Haga frío o calor, hay que estar pendientes de las plantas, que no haya plagas. Es tan sacrificado como agradecido.
¿En qué forma crees que beneficia a la sociedad?
Todo lo que sea contacto con la naturaleza a la sociedad le va fenomenal. Estar en el huerto, te ayuda a desconectar de los problemas del día a día, te ayuda a fijar-te en las plantas, a reducir el ritmo, a evadir-te del caos de la sociedad actual.
Además, te mantiene activo. En lugar de estar sentado en el sofá, estás en movimiento, cavando, buscando cañas, te mantiene en forma.
Siempre le recomiendo a todo el mundo que tenga un pequeño balcón o terraza que ponga un huerto. Las plantas son muy agradecidas, si las cuidas bien y tienen sol y agua, te responderán. Tendrás la ilusión de recoger tu propia cosecha, de hacerte la ensalada con la lechuga que acabas de recoger, y eso no tiene precio.
¿Qué otras iniciativas os gustaría llevar a cabo desde GeoBlau?
Implementar el huerto en otros puntos de la ciudad o incluso en otros municipios. Funciona muy bien y enseña a vivir en comunidad, a respetar y disfrutar de un espacio en común.
Sobre la extensión de huertos en los colegios me gustaría que los huertos llegasen al máximo posible de colegios, poco a poco cada vez estamos en más. La verdad es que muchos colegios que están en medio de ciudad deberían contar con un espacio verde.
Hay algún otro servicio que te gustaría mencionar.
Sí, que además de los huertos, en verano en junio y julio tenemos el casal medioambiental. Un casal donde todas las actividades están relacionadas con el medio ambiente.
Hay temáticas diferentes cada semana, por ejemplo, una semana son los animales del bosque, la otra es la semana de la ecología y otra la de huerto. Pues todas las gincanas, las manualidades, los cuentos están relacionados con la temática de la semana.
Y es algo que los niños disfrutan mucho, desconectan de la faena de todo el curso descubriendo plantas del mundo, pájaros, es una pasada.
¿Te gustaría añadir algo más?
Me gustaría decir que siempre surgen proyectos nuevos relacionados con el medio ambiente y siempre se necesitan nuevos monitores. Si alguien tiene interés estaré encantada de recibir su CV, contesto a todos los e-mails, y conservo CV para los proyectos que van surgiendo.
Para acabar, decir que animo a todo el mundo que tenga una pequeña idea a que se anime y se lance a la piscina. Que intente cumplir su sueño. Los inicios son complicados, pero si crees en tu proyecto y es una buena idea, y cada vez que caéis os volvéis a levantar, os lo recomiendo.
Yo soy muy feliz, GeoBlau me llena muchísimo, me gusta mucho el trabajo que hago. Hay mucho trabajo que no se ve, y es verdad que es sacrificado, pero es muy bonito, poder desarrollar tus ideas, tus proyectos, tus ilusiones. No tiene precio.
Animo a todos y todas y sobre todo a estudiantes que estén acabando la universidad: si tenéis alguna idea, que de ideas hay muchísimas y proyectos que faltan ser imaginados y construidos, tened iniciativa y adelante. Que nadie os pare los pies.
CITA
A todos los que la vida quemó, y decidieron seguir cocinando. - Las 1001 recetas del palacete de las Mendoza, Ángel Arcay.
EL CAFÉ
El ultimo café que compartí fue con Omar. Fue en una de esas cafeterías de malísima calidad, que forman parte de una franquicia y que te resultan familiares por haberlas visto en todas partes.
Invitó Omar en un acto de caballerosidad y de hace meses que no nos vemos ojalá no hubiese sido así. Es algo a lo que estoy acostumbrada. No tanto al que me inviten, aunque también, y gracias, muchas gracias, sino al estar lejos de la gente que amo con todo mi corazón. Que amo, que adoro, que me gusta contemplar.
Se me eriza la piel de pensar en ellos, Carme, Albert, Omar, Lidor. Siento paz estando cerca de ellos, placer en la forma en la que le brillan los ojos, en la sonrisa que dibujan cuando piden algo al camarero, en su mirada de incredulidad ante lo que les parece inaceptable.
Con todos he comido, tomado cafés, saltado de algo irrisorio a justo ahí donde duele o estuvo oscuro o donde la inmensidad de la luz ciega. Imagino que eso tiene parte de responsabilidad (porque decir culpa en este caso, sería grotesco) en que nos veamos poco.
La gente que desborda alma suele andar ocupada en grandes cosas. No necesariamente visibles, pero indiscutiblemente imprescindibles. Con Omar, tratamos de hacer visible lo invisible, y puede que lo consigamos. Mientras tanto discutimos sobre mishná y suras, y nos deseamos tanto bien el uno al otro, que en diez años deberíamos tener excedencia de fortuna.
Claramente este no es el tipo de contenido que tenía en mente al iniciar una sección sobre lugares de sutil belleza dónde tomar café. Pero lo cierto es que en estos últimos cafés, la belleza rebosaba más allá de los bordes de la mesa.