Hoy, 1 de febrero, inicia el año nuevo chino del tigre.
En mi caso, lo he empezado en una soleada A Coruña, con pastel de recibimiento, sala de lectura y biblioteca frente al edificio en el que resido. Creo que gracias a Yolanda Castaño y su Residencia 1863, mi año del tigre empieza directamente en el paraíso.
Las ganas de compartirlo todo, la llegada, la residencia literaria, el lugar y la inspiración son inmensas. Es a lo que dedicaré todas mis palabras de febrero.
Sin embargo, hay una cosa que me gustaría hacer antes, para cerrar el año, el mes, el ciclo anterior y dejar bien abierto y limpio el espacio para lo nuevo: Un balance del reto de 30 días 300 palabras.
Este reto lo inicié gracias a un par de bonitas casualidades. Un café con Greta y el cuidado de unos gatos por Navidades.
Durante el café, Greta me explicó que haber trabajado como creadora de contenido, a un ritmo de hasta 3 artículos diarios, le había ayudado, sin lugar a dudas, a soltar la mano.
Soltar la mano. La expresión, por alguna razón, cuajo mucho más en mí, que ninguna otra de sus más formales versiones, como que la práctica hace al maestro, o que tan sólo necesitas 10000 horas para convertirte en un experto de cualquier materia (el sólo podría ir entrecomillado, sí).
Mientras las palabras aún resonaban en mi cabeza, di con un nuevo libro. Reposaba discretamente en la estantería, junto al balcón, y lejos del alcance de los gatos a los que cuidaba. No recuerdo el título con exactitud, aunque podría haber sido cualquiera de estos: el arte de pensar a lo grande o como conseguir tus objetivos en estos pasos.
Algo así, como el regalo perfecto, para alguien que necesitaba refrescar idioma y reorganizar cuartos mentales.
Así que empecé a ojearlo, yendo directamente a los capítulos que me llamaban más la atención. Uno de ellos hacía referencia a las bondades de proponerse retos durante 30 días. No el tan manido 21, sino 30, junto a una serie de razonamientos que hacían la iniciativa muy apetecible.
Así pues, miré en mi mochila de pendientes, y encontré deseos de soltar mano, es decir, de ganar soltura escribiendo, así como de incrementar mis conocimientos en SEO y de explorar mi yo gastronómico (Bendita Lakshmi Aguirre y las profundidades de sus lecciones). Parecía que escribir durante 30 días, era un buen plan para satisfacer estas ganas pendientes, y así lo hice.
Durante el mes de enero he escrito cada día entre 300 y 600 palabras. En el blog han visto la luz 26 posts de los 30 que escribí. Los no publicados, fueron por razón de desfase horario/temporal (no encajaba en absoluto con el contexto) o porque la temática lucía poco en este reto, y prefería darle un espacio singular, como en el caso de la segunda parte de manjares religiosos.
En cuanto a soltar mano: nivel satisfactorio conseguido. De día o de madrugada, escogía la temática y sin excusas, me ponía a escribir sobre ella hasta alcanzar, al menos, las 300 palabras. Planteármelo como un reto me ayudó a comprometerme conmigo misma, y el hecho de publicarlo a diario, a no eternizar la revisión.
Para amigarme con el SEO me ayudó Yoast Seo, que es como el profesor de SEO de Wordpress, y pasó de ponerme el semáforo en rojo a conseguir un decente naranja. Es el caso de posts como: 3 tendencias gastronómicas algo alternativas, Cómo hacer pan paratha o Apfelstrudel, origen y receta.
Este punto, sigue requiriendo horas de entrenamiento para conseguir el semáforo en verde. Llegar a conseguirlo, implica que en muchas ocasiones, la exploración del estilo propio quede relegado a un segundo lugar. Ya que explorarte a ti y tu visión del mundo puede suponer el uso de frases largas, polisíndeton y carencia absoluta de subtítulos, como en Sólo tripas. Por esa razón, aun y satisfecha con la idea de seguir mejorando, no negaré que siento cierto alivio, cuando de vez en cuando, sigue apareciendo algún semáforo en rojo.
Sobre la exploración del yo (en mi caso, mi yo gastronómico) suele empezar con el planteamiento de qué consideras que eres. Qué es aquello con lo que te identificas y cuáles son aquellas facetas de ti, y de la vida, en las que dejarte llevar resulta tan sencillo y agradable como la caricia de una pluma.
De los 26 posts, casi la mitad correspondían a dicha exploración. Un café armenio o una pregunta, ¿Cuánto hace que no cocinas?, reflejaron el mestizaje, la reflexión, el devenir de mí misma como puente entre culturas, contextos y emociones. Me sirvió para reconocer en mi escritura, una herramienta para la transliteración espiritual de la cotidianeidad de la mesa.
Como resultado, la soltura escribiendo, en plena efervescencia y el post más visitado: De Reyes Magos y Navidad Armenia, el que puede que sea el artículo con mayor equilibrio entre estructura y estilo propio.
Un buen resultado para un reto, que inicié en enero y finalizo a tiempo para dar la bienvenida al año nuevo con vistas al puerto de A Coruña.
¿Y a vosotros, como os ha recibido el año?